lunes, 10 de octubre de 2011

Historias.

Una historia da igual cuando comience, lo que realmente importa es lo que vives en ella.
Mi historia comenzó aquel día en el que la vi por primera vez, no dudé en conocerla, en hablar con ella, en saber sus gustos, sus intereses, quería acercarme a ella y formar parte de su vida.
La cosa cuajó, aunque por poco tiempo, pero jamás salió de mi mente. Dejamos de hablar, perdimos el contacto, pero siempre la tenía presente.
Nuestros caminos se juntaron de nuevo dos años después, volvía a ser mi opotunidad, necesitaba tenerla cerca, necesitaba decirle todo lo que sentía por ella y la historia retomó su curso.
Cada día a su lado no era uno más, era intenso, especial, único e inigualable y no cambiaría ninguno de esos días por nada del mundo.
Pasó el tiempo y el verano llegó, ese verano tan odiado que no quería ver, que me separaba de ella, que me la robaba, que me robo mi propia forma de ser, que la cambió haciendo que la perdiera, que perdiera a la persona más importante de mi vida.
Con el verano no acabó mi historia, acabó porque yo la terminé, dejé de ser quien era, dejé de pensar en todo lo bueno que me había dado, dejé muchas cosas, pero hay una que no dejé y que jamás dejaré, el quererla.

No todas las historias tienen un final feliz, pero consuela el hecho de que todas tengan un principio.

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