lunes, 17 de octubre de 2011

Contemplar.

Sonó el despertador y me dispuse a apagarlo como cualquier mañana. Contemplé la oscuridad que envolvía la habitación, un lugar lleno de sombras provocadas por los pequeños destellos de luz que se colaban por la persiana. Me senté sobre el colchón pensando lo que me depararía ese nuevo día, si sería como todos los demás o si pasaría algo nuevo. Me levanté decidido, abrí la puerta y un resplandor me deslumbró, parecía ser una mañana soleada, con el cielo despejado, con las típicas nubes blancas dispersas y con el sol presidiendo la escena, y no me equivocaba, no siempre las apariencias engañan.
Me asome por la ventana del salón para contemplar aquella escena, aquellas vistas que tantas veces había observado pero que pocas veces me habia parado a analizar. Aquellos edificios de ladrillo fusionados unos con otros con las calles repletas de coches aparcados, el sonido de los pájaros contaminado con el de los motores y las obras, el color de las hojas de los árboles señalando el comienzo del otoño, aquellas personas tan diferentes que andan de camino a cualquier sitio y acaban desapareciendo de la imagen...
Cerré los ojos y suspiré pensando en todo lo que he visto, pero en lo poco que me he fijado.
Volví a la normalidad, me dispuse a preparar café para despejarme, me di una ducha caliente, me lavé los dientes y me vestí. No sabía que iba a hacer ni a donde iba a ir, pero salí a la calle para ver que me deparaba el día. Tras recorrerme media ciudad me paré en un banco, me senté y volví a observar aquello que me rodeaba. Me di cuenta de todo lo que había hecho y había dejado de hacer todo este tiempo atrás, de aquello que me hacía ser quien soy, que me hacia ser mejor persona, me di cuenta de quien era en realidad, me di cuenta de quien quería llegar a ser. Se me aceleró el pulso, mi respiración se hizo cada vez más fuerte, tenía que luchar por aquello que quería. Me levanté y dejé atrás a la mujer que me acompañaba desde hacía un tiempo, a Soledad, y salí corriendo a buscar a la mujer que quería que me acompañase, pero no durante un tiempo, sino cada día, en ese mismo paisaje que veía cada mañana desde esa ventana.

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